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10/6/12

CRÍTICAS DE JUNIO: ARAI LEGALIZE MURDER, LAST PROPHECY, BALERDI BALERDI, LOS DELTONOS, JAVIER CORCOBADO Y MR. FYLYN & CABLEADOS, DE MOMENTO!!


Mirando hacia delante

Conciertos de Arai, Legalize Murder y Last Prophecy

Fecha: sábado, 9 de junio.
Lugar: sala Movie, Aizoáin.
Incidencias: presentaciones de 2. 0. 13, nuevo CD de Last Prophecy, y de To kill or not to kill, de Legalize Murder.  Asistencia discreta.

La presentación del nuevo disco de los pamploneses Last Prophecy, tercer trabajo de su retomada carrera, nos llevó el pasado sábado, en una jornada marcada por el pop y por la celebración de las fiestas de Errotxapea, hasta la sala del polígono Iruregaña, aprovechando dicha visita para chequear la escena metálica local. Para constatar el estado de forma de la misma: bastante aceptable, a la vista de las actuaciones presenciadas. De las tres actuaciones disfrutadas, independientemente de  la posición de las bandas implicadas en la parrilla de salida.
La velada arrancó de manos de Arai, quienes, ante una asistencia muy discreta, comenzaron a desbrozar la noche dándolo todo por medio de sus canciones, erigidas sobre un metal añejo de espíritu y de formas tan actuales como convincentes. Pese a denotar en algunos casos, principalmente las composiciones más recientes, evidente cercanía al rock metal de corte más moderno, mostrándose su concepción del viejo género verdaderamente contundente y con miga. ¿El único pero? La versión ofrecida de la Polla, un tanto fuera de lugar. Acto seguido comparecieron los pamploneses LegalizeMurder, suponiendo su pase la gran sorpresa de la noche y todo un descubrimiento para el firmante de estas líneas: y así lo corroboró igualmente el público, vibrando con el poderoso thrash metal & thrashcore facturado por el cuarteto, pura brasa ardiente de raigambre genuinamente ochentera. Brindado por una banda que, brea, solidez y demoledores punteos por bandera, con incendiario nuevo EP bajo el brazo (lanzado por los músicos a los presentes poco menos que a dar, como las canciones disparadas), demostró ser el punto de encuentro más que perfecto para cuatro incondicionales del género. Para unos consumados thrasers que, tal y como dejaron claro con las viejas versiones de Sepultura y Metallica con las que terminaron, demostraron estar más por la labor de marchar tras la estela de las mejores jugadas del género que por intentar llevar a cabo innovación estilística alguna. Por manufacturar energía metálica en estado puro,  brotando de las guitarras los riffs cual si de géiseres se tratasen... antes de terminar haciendo de las suyas sobre el hormigón armado forjado por la base rítmica. Rugiendo las guitarras de forma bronca -como deben rugir en contextos como este, sencilla y llanamente-, conectando Legalize Murder totalmente con la sala: con un público que, algo más numeroso que al comienzo, abrumado, incluso los despidió entre cánticos.
Finalmente, sobre las 22.45 comparecieron Last Prophecy, los cabezas de cartel, banda que tras despedirse en 2005 dejando el pabellón en lo más alto tras publicar su referencial CD Sin mirar atrás, en esta, su gran noche, no colmó totalmente nuestras expectativas. Ojo, las nuestras. Por las razones que fuesen (¿tal vez por lo elevado que dejaron el listón quienes les precedieron?), yendo de menos a más su pase, durante la hora y media de que dispusieron: principalmente, de primeras, por lo que a cohesión final del sonido de los temas hace referencia, no escuchándose los teclados prácticamente ni la voz de Aitor con total nitidez hasta la cuarta de las interpretaciones. En cualquier caso, mirando hacia delante con determinación, aplomo y seguridad de manos de su flamante nuevo disco, los supervivientes Aitor, vocalista y guitarrista, Juanmi, guitarrista, y el baterista Asier, respaldados en esta nueva etapa por el bajista Mikel y por Javier, a los teclados, convencieron a su público con la descarga de genuino heavy metal ofrecida, lo realmente importante: articulada en este, su reencuentro con los suyos, sobre los temas de estreno de 2 . 0 .13 y por algunos de trabajos anteriores. En su presentación ante un público que, aunque escaso en líneas generales, disfrutó.



Coche, gasolina y carretera


Concierto de Balerdi Balerdi

Fecha: Jueves, 7 de junio.
Lugar: patio de los Gigantes, Iruñea.
Intérpretes: Balerdi Balerdi, trío integrado por Toño Muro, a las guitarras, a la armónica y a la voz, Karlos Ortiz, al bajo, y Zara, a la batería y a los coros.
Incidencias: 2º concierto del ciclo Kantu eta Hitza 2012. Lleno. Público de edades preferentemente maduras. 1 hora y 10 minutos de duración, bises incluidos.

Joven, totalmente joven de espíritu; tan apasionado como siempre, he aquí cómo lució el incombustible Toño Muro al frente de sus reestrenados Balerdi Balerdi, última de las formaciones creadas por él en su dilatada carrera musical (tras  haber puesto en marcha  bandas como Tocamás, Motos o Fiebre) y de naturaleza imperecedera, a tenor de lo visto el pasado jueves: de esta nueva reinvención –más que resurrección- de su legendario proyecto, tras haberlo llevado el referencial vocalista y guitarrista de regreso a los escenarios de manera fugaz en 2009, bajo la marca de Balerdi Erdi. ¿Las principales diferencias entre los conciertos protagonizados bajo dicho nombre y la recuperación de su  denominación original? El hecho de que ya no esté en la alineación Marino Goñi (músico que compareció en la recta final del concierto como invitado especial) y, en lo referido a repertorio, que el mismo se ciñese única y exclusivamente al de Balerdi Balerdi; al contrario de lo que sucediera tres años atrás, sin realizar incursiones en el de formaciones como las citadas líneas más arriba. Bueno, y la actual sonoridad del grupo, bastante más cruda que en los tiempos en los que los Balerdi fueron quinteto, algo de lo que más adelante hablaremos.
La actuación arrancó con el mítico Ez gara galdu, puerta de entrada del primer disco grande de la banda, sonando acto seguido, en lo que fue un significativo viaje en el tiempo, dos temas extraídos de viejas maquetas (uno de ellos, el seminal Hautsaren dantza, también incluido en un EP publicado en 1991) y unos cuántos nuevos; uno de ellos de marcada sonoridad sureña, con Toño en plan songwritter total, y otro, a la vejez, viruelas, plasmado a ritmo de ¡ska!, demostrando el grupo estar de regreso con cosas nuevas que decir. Con nuevas historias que cantar. Unos temas en su conjunto que, a tenor del nuevo formato del grupo (evidentemente se notó el hecho de haber pasado de quinteto a trío), sonaron un tanto crudos. Yendo en exceso a sus raíces más eléctricas, orbitando alrededor de la guitarra de Toño hasta el punto de que echásemos en falta arreglos más propios de la otrora concepción suya del powerpop. Parte de su seña de identidad más melódica y personal, claramente reflejada en los años noventa gracias a los teclados de Blanca Izkue, teclista hasta la separación de la formación original que, al igual que Marino, primer bajista de Balerdi Balerdi, tuvo a bien subir al escenario para brindar tres interpretaciones; tocando la acordeón en lugar de los teclados, facilitando así el momentáneamente quinteto al arriba firmante la comparación entre lo visto hasta entonces (facturado por el trío) con lo ofrecido por la banda en otros tiempos. ¿Qué temas ofrecieron los cinco? Bide bazterrean, Lore etxea (tocado con verdadera rabia, lo mismo que los aplausos con los que el público, en este marco, premió su interpretación) o Letrak Zeruan, recuperado del último de los CD registrados por la banda, con el que se despidieron… en falso, pues, ante la insistencia de sus fieles, aún brindarían dos más.
Con el infatigable Toño Muro al frente de la nave, Balerdi Balerdi buceó en su personal baúl de los recuerdos, recuperando viejos temas y, quién sabe, mirando tal vez con el rabillo del ojo hacia adelante. Normal, dejando entrever como lo hicieron que, además de coche, hay gasolina y carretera. Grupo, ganas y canciones en la guantera. La necesidad de hacer canciones (y tocarlas) inherente al creador, gente dispuesta a secundarle y público, lo más importante. A ver qué nos ofrecen en esta nueva etapa.


Manteniendo el tipo y el tono

Concierto de Los Deltonos


Fecha: sábado 2 de junio.
Lugar: El Bafle, Iruñea.
Intérpretes: Los Deltonos, formación integrada por Hendrik Roever, a las guitarras y a la voz, Fernando Macaya a la guitarra, Pablo Z, al bajo, e Iñaki García, a la batería. Como teloneros abrió cartel La banda del jefe Bigun.
Incidencias: presentación de La caja de los truenos, 7º trabajo del grupo. Hora y veinte minutos de duración. Asistencia discreta.

Capitaneados por el incombustible, inasequible al desaliento y enfermo Hendrik Roever, Los Deltonos actuaron en El Bafle el primer sábado de junio, validando aseveraciones tan certeras y arraigadas en el acerbo popular como esas que hacen ver que “cuanto más viejos, más añejos”, o que “el que tuvo, retuvo”. Manteniendo el tipo y el tono artístico que les caracteriza desde siempre; desde que conocieran la popularidad a finales de los años ochenta. En resumidas cuentas, protagonizando un genuino y exquisito concierto.
La noche comenzó a coger tono de manos de La banda del jefe Bigun, talludita formación de Sakana que dejó constancia del rock & roll por ellos mamado en los últimos treinta años (o más) mediante la selección de versiones ofrecida: banda sonora más que apropiada para caldear con fundamento el sábado en la noche, ese día que, tal y como cantaron –y tuvieron a bien hacer-, se hizo para rocanrrolear. Y a continuación, tras tan animado entremés, el llamado a ser el plato principal: Los Deltonos, formación cántabra con casi treinta años de historia a sus espaldas y marcado predicamento en la Iruñea de los primeros años noventa, tiempos en los que el otrora “grupo intelectualmente violento” –según sentencia de un juez de la época-, visitó la ciudad en numerosas ocasiones, a la vista de cómo gustaban sus trabajos: discos como Tres hombres enfermos, Bien, mejor o Ríen mejor.
La presente visita, primera desde que tocaran por última vez en la vieja Artsaia en 2003, comenzó con un repaso de Buenos tiempos, su sexto CD, recuperando para abrir boca,  gusto, electricidad y elegancia a partes iguales, temas del mismo como Repartiendo, Yo puedo sacarte de aquí o Revolución, ofrecido tras brindar El espíritu de la montaña, primero de los de estreno en sonar. Recreándose gustosamente con el beneplácito de la banda Hendrik a las seis cuerdas, disfrutando los dos guitarristas de sus monturas con forma de guitarras; a lomos del mejor rock & roll con la marca de la banda por bandera y sin prisa alguna por dar por concluidas las interpretaciones (además, a estas alturas de carrera, ¿prisas? ¿Para qué?), pronto encontraron su espacio temas nuevos y legendarios como El sector de los milagros y Gasoil y chocolatinas, qué declaración de principios,  o Nadie me conoce y Elvis –respectivamente, entre otros-, de sonoridad más o menos renovada o adaptada a los nuevos tiempos que parecen correr para la banda: manifestándose la particular concepción del rythm & blues que siempre les caracterizó claramente acentuada por un profundo regusto a rock americano; a rock sureño con claros flirteos hacia ramificaciones como el country, ganando de este modo muchos enteros los temas ofrecidos; hablando de los mismos, brillando con luz –y sonoridad característica- propia, como no podía ser de otra manera, su tarjeta de presentación por excelencia. La primera canción que grabaron, (Soy un) hombre enfermo, reservada para el final.
Echando la vista atrás por el retrovisor y, cual buenos conductores, mirando a un tiempo hacia delante, Los Deltonos colorearon con su mejor concepción del rock & roll la noche pamplonesa, haciendo las delicias del puñado de incondicionales que se dio cita en el animoso local de Donibane. Como siempre que hemos tenido la suerte de verlos, más allá de que la veteranía sea un grado, un placer.




Misión cumplida


Concierto de Mr. Fylyn

Fecha: viernes, 1 de junio.
Lugar: sala Big Star, Atarrabia.
Intérpretes: Mr. Fylyn, formación integrada por Alfonso, a la guitarra y a la voz, Iban, al bajo y a la voz, e Izai, a la batería. Como teloneros, abrieron noche Cableados.
Incidencias: dos horas en total de música en directo. Asistencia muy discreta, público más o menos participativo.

Un año después de la presentación en este mismo marco de su CD 1. 2. 3… Fuego! , la renovada formación de Mr. Fylyn cerró círculo y un ciclo –posiblemente- regresando a Big Star, saldándose la cita con idénticos resultados que en 2011 desde el prisma artístico… mas dejando las siguientes circunstancias cierto sabor agridulce: el hecho de que la presente actuación representase la despedida oficial de Xabi Tuñón, el que fuera baterista de la banda, músico que en su último día no pudo comparecer; la caída del cartel a última hora de los logroñeses EnBlanco y la más que discreta asistencia registrada, en una noche en la que en lo que a rock hace referencia se comieron la tostada los conciertos de fiestas de Arrosadia.
En medio de un ambiente en absoluto comparable al registrado doce meses atrás, la velada fue abierta por los madrileños Cableados, quienes llenaron los sesenta minutos de que dispusieron con un rock fornido y de dos marcados sabores: a calle y a callo. Cabreados con el mundo en que vivimos como buenos obreros del viejo género, con un  rock netamente ochentero de regusto a calles de barrio y a dar el callo día a día y noche a noche, plasmando cuantas canciones propias tocaron y versiones de forma tan básica como contundente; en cuatro letras, haciendo rock. Rock con sabor a rock, tal y como dejaron claro rubricando el pase con el imperecedero himno Maneras de vivir.
La contundencia serena; la furia musical más o menos controlada. La rabia de los remozados Mr. Fylyn -matizada por las melodías- comenzó a manifestarse con la interpretación de Veneno, continuando los supervivientes Iban y Sete la defensa hasta el final de su nombre artístico por excelencia con Cobardes, hermano de camada de la canción brindada en primer lugar. Acto seguido el actualmente trío desempolvó No, de su CD Mi estrella, disco del que en esta última noche de la banda –hasta nuevo aviso- sonaron una vez más Por no estarEl aguijón y Me quedaré bailando.
Y así, tal como un año atrás básicamente, discurrió la noche; perfectamente propulsada la maquinaria por Ibai, entre perfectos entramados sonoros entretejidos por las cuerdas de guitarras y bajo, con los titulares de ambos instrumentos jugando a dos bandas con sus voces: con Iban aportando con determinación el lado más rockero y Sete, con idéntica seguridad, el más melódico. ¿Canciones a destacar, además de las citadas? Sobrevivientes (cantada por Pedro, vocalista de Lady Tripi), Deja de correr, y las reservadas para el bis: la señera Arrecifes de humo, de Mi estrella, y Vuelva otra vez, del ya referencial  1. 2. 3… Fuego!  
Dando pasos adelante sin mirar atrás (o tratando de no hacerlo) desde hace dos años más o menos; tocados en un principio por la salida de Pedro Fernández, el que fuese su cantante (actualmente en La Fuga) y, estos días, por el abandono definitivo de Xabi, Mr. Fylyn, tras publicar un brillante CD en primavera de 2011 y defenderlo desde entonces con brío y brillantez, pasaron página el pasado viernes, llegando a la meta exhaustos tal vez… pero contentos. Tras haber luchado contra todo tipo de vientos y mareas, con la satisfacción de haber superado la prueba. Presto el paso al frente y mirando hacia delante siempre, con la expresión Misión cumplida marcada a fuego en los rostros de Sete e Iban, pura tracción al frente de la banda. Puro empuje de una banda a la que sólo le vamos a pedir lo siguiente. Que vuelvan pronto, haciendo bueno el título del último tema que tocaron. Que no decaiga la estrella. Su estrella. ¡Hasta pronto!

Intensidad, poesía, visceralidad

Concierto de Corcobado


Fecha: jueves, 31 de mayo.
Lugar: El Bafle, Iruñea.
Intérpretes: Javier Corcobado, a las guitarras, al saxo –ocasionalmente- y a la voz, acompañado por Juan Pérez Marina, a las guitarras, Sergio Devece, al bajo, y Jesús Alonso, a la batería
Incidencias: presentación de Luna que se quiebra sobre la tiniebla de la soledad, nuevo trabajo del artista. Hora y ½ de duración, asistencia discreta

Intensidad, poesía y visceralidad. Ingentes cantidades de todo ello, he aquí qué supuraron las personalísimas composiciones que el imprescindible Javier Corcobado se arrancó del alma en El Bafle, antojándosenos las mismas todo un ejercicio de exorcismo: lo que vienen a ser sus conciertos -por otra parte-, rituales de arrebatadora terapia contra todo tipo de chatarra emocional, demonios y demás espíritus malignos.

Rezumando en todo momento sentimiento y crudeza por igual, sin dejar indiferente a nadie, la velada arrancó con Desde tu herida, tema extraído del álbum debut de Corcobado, Agrio beso, registrado en 1989, e incluido años después en Boleros enfermos de amor, encontrando pronto su espacio dos composiciones de uno de sus últimos discos, A nadie: ¿Por qué estoy tan triste? y La canción del viento; a continuación sonó Catorce, de poderosa enjundia y ejecución verdaderamente rabiosa, con la banda demostrando tener el total control de la situación a la hora de tejer la ambientación oportuna. Su venenosa ambientación, en este caso. El ambiente más que apropiado para, entre atrevidos volantazos sonoros, ayudar al artista a parir de forma natural su desgarrador planeta de canciones. Para trazar el atmosférico anillo de Saturno llamado a envolverlo, ya de trazo fino, ya verdaderamente grueso dicho anillo. Acto seguido, tras solicitar silencio después de  brindar Coraçao vagabundo, versión de Caetano Veloso incluida en el CD que se presentaba; tras hacer ver a los presentes que no acostumbra a hablar en los conciertos y que tampoco soporta que el público lo haga mientras canta, sonó otro peso pesado, A nadie, continuando la noche con la revisión del Te estoy queriendo tanto, de Manuel Alejandro y la descomunal y desquiciante Sangre de perro: descarga de rabia y decibelios que, denotando locura y personalidad propia, precedió a otra descarga tal, la de Ansiedad, dejando la misma definitivamente rota la barrera del sonido; pasando de cero a cien –y viceversa- el sonómetro en cuestión de segundos. Latiendo su pulso de forma ora encabritada, ora del modo más premeditadamente sensual. Y de esta forma, sin complejos ni prejuicios, fue transcurriendo la sesión, entre continuas demostraciones de  locura creativa y vital. De cuerda locura se mire como se mire, tal y como Javier, fuera y dentro de sí mismo al mismo tiempo, pasando en lo que dura un latido del susurro a la explosión más bestial, dejó entrever finalmente con temas como La libertad, En el bosque o, principalmente, con la impactante Losing touch with my mind, a modo de traca final.
Chatarrero de sangre y cielo en los años noventa (tras parir sin epidural igualmente bandas como Mar otra vez o Demonios tus ojos), artista de culto donde los haya que, impertérrito, ahí continúa, haciendo su camino, Corcobado protagonizó un concierto totalmente de culto; una actuación cuyas canciones fueron vividas por él con inusual tensión. Y tanto la parte musical como sus letras, nacidas en el vórtice del terremoto, llamadas a hacer diana en el epicentro de los de los demás y en perfecta armonía siempre con su hábitat; con sus envoltorios musicales. Escritas a borbotones con esa sangre con la que, según nos decían en tiempos pretéritos, tenía que entrar la letra; ¿dónde? En este caso, en sus trajes musicales. En los de unas composiciones que, de hondo latido existencial y componente musical marcadamente eléctrico en casi todos los casos, dejaron un gran sabor de boca en El Bafle, en verdad.

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